He conocido los infiernos y los cielos, he alternado con reyes y mendigos. Con ellos compartí residencias donde los dulces y el vino se multiplicaban, mansiones olvidadas y viviendas precarias.
Iba calladamente en pos de un domicilio que encendiera en mi ánimo la hechura sosegada del hogar.
¿Hacia qué convergencia el fuego crepitará?
Quería aposentarme en un paraje que, sin aislarme de los demás, fuese un rincón que me definiera, o por lo menos, me representara.
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